Entonces, Buenos Aires era pernot, ginebra y pineral, tango y fot. Cenas a horarios inverosímiles. Un mundo de maravilla. No advertíamos que la ciudad de maravilla, debía ser desalojada por otra de realidades. Había aún calles pavimentadas con madera –una fastuosidad que admiraba Europa- y ni París ni Nueva York podían parangonar la porción de vida alegre de Buenos Aires. Efervescente e insome. Estoy seguro que la de hoy no ha cambiado de carácter.
Enrique Cadícamo
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario