martes, 23 de enero de 2007
Años de mocedad - Adolfo Bioy
Para llenar los vacíos, que eran muchos, nos fuimos con el Inglés a la estancia, en Pardo, a pasar el mes de noviembre. Los treinta días de ese mes, desde las cinco de la mañana en punto, estudiábamos doce horas en el día, tomando por momentos mate amargo que nos cebaba Isabel Goyeneche, quien, a las doce, nos servía en el comedor un puchero excelente y abundante que comíamos con algún otro plato y postre, vino y café. A eso de las siete de la tarde salíamos al campo a caballo, volvíamos a comer y a las nueve de la noche estábamos en cama y dormíamos de un tirón hasta las cuatro y media de la mañana, hora en que el implacable don Bruno Ferreira nos despertaba con un mate amargo tibión e inacabable, es decir que nos despertaba.
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