-Ayer a la tarde, después de la siesta, creí que ibas a dar un examen ( en ese momento, sin advertirlo, levantó la voz), pero no que ibas a encontrarte con un hombre.
Sonriente, nada perturbada, Margarita le tomó las manos y dijo:
-Si lo que te importa es que no te haya engañado, no te hagas mala sangre. Nunca he sentido ganas de engañarte. Si alguna vez me da por ahí, te avisaré.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario