El niño, el viejo
En mi vida –he cumplido 71 años-, yo creo que no he cambiado esencialmente desde que era niño. Simplemente he aprendido, no diría algunas destrezas –la palabra destreza parece exceder mis posibilidades-, sino algunas trampitas, algunas astucias, pero creo que soy quizá tan engañable y tan ingenuo como cuando era chico. Creo que esto podría aplicarse a la raza humana y nos llevaría a la tesis de Bernard Shaw, que asegura que los hombres – o por lo menos los ingleses, que forman una mayoría: hay más ingleses que belgas en el mundo, o que argentinos- no llegan nunca a ser adultos. Por eso preconizaba un promedio de 300 años de edad para cada individuo y decía que podía llegarse a esto mediante un acto de voluntad. No creía que los cambios geológicos se operaran por medio de drogas u operaciones. NO. Él creía que todo dependía de la voluntad y que, si todos los hombres se proponían vivir 300 años, la mayoría moriría mucho antes pero algunos llegarían... y a la larga podrían prevalecer.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario